viernes, 6 de abril de 2018

CONCHA CASTAÑÓN, "IN MEMORIAM"



      Les confieso que cada vez me cuesta más trabajo escribir necrológicas y referencias personales. Hay que andar con pies de plomo, a nada que me esbarre, y sin motivo, me viene alguna queja oral o gestual, normalmente de personas que no habían dado el menor signo de leer este blog. Y, aunque por ello, además del por el  número de entradas que recibo cada día, vea su enorme difusión, la cosa no deja de desagradarme. 

     Como depende de según y qué familias, que no escribo para adular ni para que me den las gracias, y lo que reflejo es pura sinceridad, no puedo dejar de glosar la vida de una persona tan valiosa como Concha Castañón.

     Además  resulta que la amistad entre Castañones y Modroños viene de muy lejos.

     Muy pronto empecé a escuchar a mi tío David, (quinto del 36 y de Guadillo) con quien me crié, sus peripecias en la guerra civil, dos años y medio de trincheras, combates, heridos, muertos, piojos, hambre y sin venir a casa. Su mayor alegría, por fin licenciado, fue encontrarse en la estación del tren en Benavente con Ezequiel Castañón, que iba con su carro a por pescado. Como casi todos los días venía algún licenciado del pueblo, ya su mujer, Narcisa, le metía algo más de merienda para que repartiera con los soldadicos hambrientos. Eso hizo con mi tío, además de traerlo en el carro.

    De Ezequiel y mi familia podría contar muchas más cosas, pero doy un salto para remontarme a mis primeros recuerdos de Concha: son los del bar "Riesco", (era el nombre que ponía en ese letrero que encontraron en Zamora) en la salida de la plaza para la calle Zarandona.

    No mucho antes se había casado con un buen mozo de Quintanilla del Monte, Enrique Blanco: guapo, ojos azules,, fornido, muy trabajador y emprendedor. Aquel bar era el de la juventud de entonces. Era un local humilde, con mostrador de madera a la izquierda de la entrada. En la parte del fondo tenía dos alturas. La de abajo para cocina, la de arriba llena de mesas y partidas.

     A diario por las noches estaba siempre lleno.  Casi todos, después del trabajo, salíamos hasta la hora de cenar. En los domingos y festivos por la tarde se mascaba el humo. Aquel fue el germen de todos los posteriores negocios: Enrique compró la bodega de "Ramoninche", empezó a comprar uvas y elaborar vino. Compró un camión nuevo, ya no recuerdo si Barreiros o Pegaso, de aquellos primeros de fabricación nacional...

      Recuerdo a Concha muy embarazada de Luis Miguel, el pequeño, sirviendo vinos, de sus cubas, detrás del mostrador. Recuerdo la triste noticia que conmocionó al pueblo: "se ha matado con el camión Enrique el del Riesco", y el velatorio en el mismo bar. Creo fue en diciembre del "sesenta y cuatro". Y quedó Concha con cuatro niños, el menor recién nacido, puede que sin pensión alguna, y un cacho bar con el local en renta. Y la ayuda de Ezequiel, Narcisa y familia tan unida...

     Todo lo demás ya lo saben: restaurante Riesco, trabajo, trabajo, trabajo; ni sé las horas diarias todo el año. Sus hijos siguieron en esa línea de emprendimiento y trabajo: Lali y Claudio unos años con el rerstaurante, Conchi esteticien,. Luis Miguel por la Costa del Sol; Enrique y María (también sé que Isidoro ayuda) con la Cañada Real, donde ha creado doce o catorce puestos de trabajo en el pueblo.

    Y sobre todo, lo más grandioso de los cuatro, es como han cuidado, mimado, protegido a Concha en su largo y progresivo deterioro. Y cómo lloraban ayer por ella.

     Tuvieron el consuelo de verse arropados por el afecto de la mayoría del pueblo. Saben que el mío es sincero. ¡Un abrazo amigos!

         

     


      

2 comentarios:

Estela dijo...

Muchas gracias por tus palabras Agapito, de parte de sus hijos, nietos y de toda la familia.Me gusta leer cosas sobre mi abuelo Enrique al que por desgracia no conocí. Y doy las gracias a Dios por haber disfrutado tantos años de mi abuela a la que tanto hemos querido. Un saludo. Estela

Administrador dijo...


¡Gracias a ti muchacha!. bonitas tus palabras ayer en la iglesia. Tu abuelo Enrique murió tan prematuramente que seguro tu madre, Lali, tampoco lo recuerda.