jueves, 9 de noviembre de 2017

CAROCAS.


    Caroca es palabra en desuso en este pueblo, pero que se utilizaba mucho cuando servidor era niño. Había muchos graciosos expertos en contar carocas: normalmente anécdotas de sucesos que poseían cierta gracia, en las que el narrador exageraba, no sabiendo muy bien los escuchantes el límite entre la realidad y la ficción.

    Estas  narraciones cuando poseen verdadera gracia es cuando son orales, al ir acompañadas por gestos, onomatopeyas, etc. También era muy importante que los personajes fueran conocidos. Esto, claro, para las reuniones de amigos, y en privado.

   Y, claro, sin teles, radios, ni vídeo juegos, la gente se buscaba sus entretenimientos. Uno muy sustancioso eran las tertulias en peluquerías, fraguas, solanas, en torno a la camilla al amor del brasero o de la lumbre. Con alguna frecuencia había bromas pesadas. Han pasado a la historia la de don Tomás y Petronilo. Si alguien me lo pide lo contaré. La de Marusiña, que fue cruel, y no la contaré; la del marrano de Chencho, contada por Luci "El Tobo",  que cuando lo fueran a matar no estaba en la pocilga.

   Me encantan los recursos al buen humor contra lo malo, lo necio, lo absurdo. Quien sólo me conozca del blog puede  pensar soy persona  seria. Me gustaría me vieran en ambiente, y ya verían. Me encanta reír y hacer reír.

    Ahora voy a intentarlo contándoles la caroca de cuando fuimos a la dehesa.

    Hace un rato, ordenando papeles, me he encontrado con la relación de nacimientos del año 1940: entre niños y niñas, ochenta y cuatro. De ellos como ocho o diez "no subieron al gallinero" (si alguien me lo pide explicaré esta expresión coloquial), luego las quintadas de vivos solían andar por los setenta y cinco chiguitos. Si todos, de los cuatro a los diez años hubieran ido a la escuela, la poblaciòn escolar, entre las escuelas de villa y las hermanas, andaba por más de setecientos alumnos. Lo que ocurre es que bastantes muchachos dejaban la escuela a los doce años, para ir a arar, a cuidar chivos o  descantar.

    ¡Bueno!: pongamos que a la escuela de las hermanas, que era quienes tenían el parvulario, de los cuatro a los ocho años los niños, edad en que, hecha la primera comunión, pasábamos a la escuela de villa, entre los párvulos de ambos sexos y las niñas que seguían hasta los catorce, puede que asistiéramos trescientos alumnos.

     ¡Pues bien!: no sé  si siguiendo las ideas pedagógicas anarquistas, aquel año se les ocurrió a las hermanas llevarnos de excursión a la dehesa. Ésta entonces era de un solo propietario o familia. Había sido del Conde de Superunda, luego de la familia Covaleda, de Salamanca, a quienes se la compraron los López. Puede que por ir a la escuela alguno de los niños y niñas del Sr. Julio, que recién la habían comprado y llegado al pueblo, fuera la idea de llevarnos a tal lugar; entonces las primeras encinas y la casa señorial con capilla, estaban a poco más de tres kilómetros del pueblo. Claro que, desde ahí que empezaba la dehesa,  hasta el puntal, por el camino de la Casa y el de Belver, (cortado por cierto), habría, hay puede que otros tres kilómetros. Aquella dehesa del "Encinar" era un joya que han destrozado.

    ¡Qué bien!  La chasca impone el silencio a la hora de salir: -que mañana no traigáis el cabás con la enciclopedia, la pizarra y el cuaderno, que vamos a ir  de excursión, a comer a la dehesa, que en casa os metan la merienda en una cestica o serillo. 

    Debió ser a primeros de octubre. ¿no sería  el 1-O, entonces día del Caudillo y ahora día del referendum catalán? Sí recuerdo que la mañana era soleada. Nos formaron en dos filas, los pequeños primeros, en la plazuela de San Nicolás. Una hermana al frente de cada fila, y otras hacía el medio y final. Irían seis o siete, todas con sus correspondientes tocas almidonadas y vestimentas hasta los pies. Y las niñas con el uniforme. No se imaginen chándal, ni deportivas, ni mochilas.


     Cogimos por el reguero,  cruzamos la cava por el puente de la aguardientería de Peliblanco, callejón entre las eras y la huerta de Foro, camino de Cruces,  de Quintanilla, entonces todo camino entre eras, cruzar la general, vigilados por los alguaciles del Ayuntamiento, por si le daba por venir algún coche, camino de la Casa, y pean, pean, a la dehesa. Con algún carro echando abono nos cruzamos, y algún problema tuvimos con perros de pastores, hasta que les tiraron el canto.


    Aquella casona solariega tenía un patio delantero. En el portal dejamos las cesticas y serillos con las meriendas. Y, ale, a jugar entre las encinas.

    ¡Oh alegría!: el suelo merminiando de gordas, maduras, marrones bellotas. Un manjar para los muchachos de aquellos tiempos. Algunos domingos salía "La Paloma" a vender en la plaza... Al recordar aquella asperez empiezan a funcionar mis glándulas salivares.

      En piara nos lanzamos a llenar los bolsos de bellotas. Lo malo fue que entramos en competencia con los "ibéricos", que se enjamonaban y entocinaban en tan abundante montanera. Apareció enseguida el señor Joaquín pegando voces. Un ibérico padre, verronazo impresionante de colmillos como tranchetes, intentó muzarnos. Una hermana vasca, sor Arancha, cogió un palo y le hizo frente. El marrano le pegó una hocicada, la tiró patas arriba, le rasgó la vestimenta, la toca salió volando..., el señor Joaquín evitó la tragedia. Los críos habíamos corrido despavoridos...; aunque se llevaron de allí a los marranos ya nadie se atrevió a coger bellotas.

     Servidor, en vista de lo cual, se fue despistando del grupo, me fui al portal de la casa, cogí la cestica de mimbre, me escaqueé tras la casa, a la abrigada, y, por mi cuenta, sin que fuera la hora de la comida previa la bendición de la misma, levanté la  tapa y me tapiñé la tortilla, los dos torreznillos, ya algo rancios, el pan y las uvas que mi tía me había metido.

     Hecho lo cual, como  habíamos ido a comer y yo ya había comido, ¿qué hacía alli?.  Cogí el tran, tran y sin que me vieran las hermanas, pa casa.

      Cuando el sol ya andaba cerca de Tapioles, a chascazos juntaron a todo el rebaño, y formaron las filas para volver al pueblo.

       Sor Concepción que era mi maestra y me quería mucho, me echó en falta. -¿Habéis visto a Tito el niño de los aguardienteros?

      Mi primo Eustaquio "China", que a punto estuvo de largarse conmigo, pero le sujetó su hermana Felisa, que es mayor y era la dueña del serillo, se chivó: -Ese cabezón se ha marchaó pa casa  hace mucho rato, antes de comer, y llevaba los  bolsos llenos de bellotas...Mentira pocha. Eso es lo que quería hacer el  "China", y seguro que lo hizo.


      ¡Cualquiera se atrevía a ir al día siguiente a la escuela..! Hube de comparecer ante la superiora, Sor Consuelo. Me pusieron de rodillas con las orejas de burro. Sólo se atrevió a reírse de mí el "Morito". En el recreo le  ajusté las cuentas.

   
NOTA:La chasca era como una castañuela muy grande que utilizaban para imponer silencio y  llamar al orden. También para marcar el ritmo en el aprendizaje de la lectura con los cartones que nos mostraban: la eme con la a, ma.
   .

 Quien no comprenda el significado de otros localismos utilizados, me puede preguntar.
   

2 comentarios:

Txina Villalpando dijo...

Ay ay ay que bueno, pufff, pues si hombre, yo por lo menos alguna unas risas me he pegado. Ya veremos cual es verdad, y cual es lo un poco exagerado. Cuando vea al otro hermano mayor de Eustaquio le enseñare el texto para que lo lea. Y pobre Felisa, siempre cuidando del bala de su hermano pequeño, jijijiji. Ay ay, voy a leerlo otra vez.

Administrador dijo...


¡Muchas gracias Fernando! Me resulta estimulante recibir tu mensaje. Sé que el blog lo sigue mucha gente. Como me esbarre un poco con alguien, enseguida me viene la crítica, pero en cambio cuando escribo "carocas" no sé si gustan o no. De ahí que disfrute sabiendo que hacen reír.

Tu comentario me anima a escribir una pequeña parte de la biografía de "Taquín", que aunque es conocida por la familia, no lo es para la mayoría de blogueros. Incluso voy a desvelar hechos que creo desconocidos por la familia. Por supuesto que con todo el cariño que siento por todos los "Chinas"