jueves, 21 de septiembre de 2017

SEGUIMOS RECORDANDO A DON TOMÁS. (III)


    La pasada semana, después de cuarenta años, día a día, sin faltar alguno, ya no dijo la Misa en las monjas don Tomás. Ahora ya sólo habrá misa tres días a la semana. Las monjicas y las escasas mujeres que van quedando, el día que no toca misa, rezan el Rosario y Vísperas.

    Cierta nostalgia y tristeza me invaden. Estamos asistiendo al final de una época. Recuerdo a las señoras que pasaban todos los días a misa: Beatriz "la Bachica", la madre de Isabel Conejo, Angelita "la Cabrita", "La Pachica"; por el otro lado María "la Soberana", "Chonera", mi madre, tía Coral y "China"; mis tíos Inés "la gallega" y su marido Pablo; algunos hombres, "Juanito" el de Frutos, "Pacucho"...

    ¡Cuántas personas, vivencias, recuerdos, van quedando atrás!

      A este enorme caserón del convento de las Clarisas, al que la última hornada de monjas, en el que las mayores actualmente, todas menos dos, rondan dentro los sesenta años, le han vuelto el cuajo (lo conocí destartalado y ahora está como nuevo, ni sé los millones de su trabajo, de una herencia, de ayudas estatales... ahí invertidos)¿qué futuro le espera? Ya hace tiempo que no escucho sus cantarinas campanas, ni siquiera a las tres: ¡a la escuela, que toca la monja!

     Inevitable asociar a don Tomás con las "Clarisas": puntualmente acudía al desayuno, comida, y cena a la salida de misa.

      ¡Qué gratos recuerdos los vividos en esa iglesia de las monjas!: aquellas misas dominicales por la tarde, lleno el templo de gentes piadosas que rezábamos, cantábamos en fraternidad; las eucaristías navideñas, los oficios en Semana Santa...

     Todavía esa capilla, o iglesia de las monjas, en la que entro algunos ratos, me sigue diciendo algo. Está tan bonita en la penumbra, con el haz de luz sobre el Santísimo, esa preciosa y moderna imagen de María, una o dos monjicas orantes, tras las rejas. Rezuma espiritualidad.

    Cuarenta años don Tomás celebrando a diario una eucaristía íntima, recoleta, y con una pequeña homilía, preparada, cada año versando sobre un tema general: Evangelio, Epístola, el Santo del Día. No sermones al uso, sino primando en ellas lo didáctico, lo educativo.

   Don Tomás tampoco ha sido un cura al uso, de los de "donde hay bonete hay zoquete". Es un hombre muy cultivado, intelectualmente muy válido, sin que de ello presumiera. Ha dejado escritos unos cuantos libros, folletos; reorganizados todos los archivos; videos, diapositivas...

   Otra de sus virtudes ha sido la del trabajo. Organizó y puso en movimiento no sé cuántas movimientos cristianos: la Comunidad Neocatecumenal, a punto de extinguirse, pero que ha perdurado durante la tira de años, reuniéndose miércoles y sábados, en éstos con unas eucaristías especiales; cuando se incorporaron los de Benavente vivió años de florecimiento; de esta comunidad salieron personas que tomaron compromisos vitales, de ir a misiones, (Lesmes, Loles...) por ej., entregándose a los demás por completo.

     Organizó el Grupo de Matrimonios Cristianos, en el que Sara y yo participamos al principio; con los jóvenes el Movimiento Focolar; con los niños reorganizó, revitalizó las catequesis. En las misas parroquiales, en la iglesia de San Pedro, los niños llenaban los bancos de adelante, e intentaba que las homilías, a ellos dirigidas fueran catequéticas, pedagógicas, utilizando mapas, carteles, haciendo preguntas...

     Aunque hemos tenido desencuentros, algún que otro conflicto, no por eso he dejado de admirar a una persona, que de niño, de joven tomó un compromiso vital al que ha sido fiel toda su vida.

    Él pertenece a las enormes hornadas de seminaristas que en los años cuarenta, cincuenta, llenaban los seminarios. Fueron los años "gloriosos" del fervor nacional católico, las familias numerosas y la falta de salidas profesionales. Después de las cribas correspondientes, cientos cantaban misa cada año. De esos, cuando llegó el cambio, (los entiendo y no critico)  fueron mayoría quienes colgaron la sotana, sobre todo si encontraban otra salida profesional.

    De don Tomás  sería injusto decir que ha sido cura para ganarse la vida. No hubiera tenido problema alguno para trabajar como profesor, incluso universitario, pues posee capacidad intelectual para ello.  

    Venciendo cierto pudor, les confieso que, siendo hombre hecho para el matrimonio, (soy dependiente afectivamente)  valoro mucho la renuncia a todo, "todo" lo que ello supone a cambio de la vocación religiosa: la esposa paño de lágrimas, descanso del guerrero, compartidora del tálamo nupcial, de los hijos, de la lucha a diario para sacarlos adelante (todavía, a estas alturas, ando vendiendo pimientos para Jesús)  de tantas penas y alegrías...

    Por eso, aunque disienta de la actitud de don Tomás en cuanto a ciertas connivencias con el anterior poder local, sobre todo en su complicidad, o lavarse las manos, en asunto de corrupción en el Patronato de la Fundación La Inmaculada, o en ir del bracete en los fastos "marianos", político-religiosos con persona cuyas inmoralidades conocía, por esa afectividad familiar, y por haber dedicado la mayor parte de su vida, con trabajo, generosidad y austeridad, sin dejar cartilla a sus sobrinos, a la Parroquia de Villalpando, por su valía y su renuncia, confieso sigo valorando positivamente a don Tomás Osorio Burón.

    Me ha alegrado saber que el pasado domingo dijo, tan contento, la misa en la fiesta de su pueblo, que está sereno y relajado; que junto al cariño de sus hermanos y sobrinos, él es el mayor de esa familia tan cristiana, tiene el cariño de esta  Modroño Riaño, a la que le unen tantas vivencias que buena gana describir, y de otras muchas del pueblo, que llenamos la iglesia en su despedida.
    

    

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