DE
DON LUIS CALVO A ÁNGEL INFESTAS.
He
terminado de leer, con atención y deleite, “El retiro del templario”.
Captó
mi interés desde las primeras páginas. Ángel describe con maestría los
preparativos y el desarrollo de la batalla, en que la Cristiandad (caballeros
Templarios y de otras órdenes), pierde la batalla, y con ella la ciudad
fortificada de San Juan de Acre, último reducto en Tierra Santa.
Su
prosa es tan rigurosa, didáctica, descriptiva que traslada al lector al campo
de batalla como si lo estuviera viendo en una película, con la ventaja de la
riqueza léxica que aporta el texto escrito. Por ejemplo: el nombre de todo el
utillaje, acciones, situaciones de las guerras medievales. Aparte de los
conocidos, muralla, almena, alfanje, catapulta.., encuentro palabras que
desconocía: caraboha, almófar, poterna.
Luego
en el viaje por mar (no doy más detalles para no destripar la novela), la
descripción de los paisajes costeros del Mediterráneo oriental, de la isla de
Chipre.., es magistral. Supongo que
Ángel ha viajado por esa parte del mundo.
Todo eso muy bien, pero, señoras y
señores, cuando la acción transcurre, ya hasta el final de la novela, en el ,
hasta hacía poco, Villa-Alpando y alrededores de finales del siglo XIII, ¡qué
les voy a decir!
Pues miren: cuando me asomo a la iglesia
del Templo me parece estar viendo a freire Lucas, Hernán Pascual, Lope Ferrero,
Mateo Senisse; cuando enfilo el camino de Valladolid, en San Francisco a fray
Domingo Johan, Fray Nicolás; cuando por la Magdalena a don Pelayo, don
Aparicio; las ruinas del alcázar, lo que ahora llamamos “el cubo el palacio”
traen a mi memoria a Pedro Arrufado; la sinagoga, donde ahora almacén de
electrodomésticos, me recuerda al rabino Samuel Ghirardi; por Cotanes me parece
estar viendo a Martín Rallo, a sus hijas y a su mujer Sancha; inevitablemente
por Amaldos, por el valle veo a “la
Raposa”, a “la Loba”. No voy a omitir al mudéjar Yussuf y su tejar entre la
cava y el camino de Quintanilla…
La puerta de villa, la torre y el arco
de Santiago, el recuerdo de la cava, la Iglesia de San Pedro, las ruinas de San
Miguel… me trasladan a todo lo mucho y bien que Ángel cuenta, que novela de esa
época convulsa.
Les
confieso no me gustan las novelas de ficción pura y dura. Lo bueno de ésta es
su anclaje en la historia. Que el protagonista, Lucas Gil de Zamora, es un
personaje histórico, e historia de la que nos quedan restos, arqueológicos o
escritos, son la encomienda templaria, la cofradía del Sancti Espiritú, el
convento de San Francisco, la aljama judía, el alcázar, el consejo de la villa…,
lo que dudo es si los nombres asociados a ellos, más arriba citados, (por ej.:
el alcaide del alcázar, Pedro Arrufado) son históricos.
De
que en el siglo XII y XIII hubo artesanos mudéjares (alarifes, tejeros,
alfareros…) no cabe duda, aunque desconozcamos sus nombres. A ver quién si no
amasó y coció los ladrillos del ábside de Santa María, y muchos más. Qué alguno
pudiera llamarse Yussuf.., pues es posible. Qué tres críos de San Andrés,
Alvar, Yván y Diego, en el siglo XIII le prepararan una trastada, no sé. Sí que en
el siglo XX otra cuadrilla de San Andrés (Teico, Paco el churro, Mele y
Angelito el panadero) nos tenía atemorizados a los de santa María, cierto.
Supongo que incluir a aquellos del XIII,
sea un homenaje a éstos, su cuadrilla, del XX.
Me
ha sorprendido el conocimiento que Ángel demuestra de los lugares, de los pagos
y parajes del término y del alfoz, habiendo marchado del pueblo siendo niño,
aunque volviera en vacaciones de veranos durante su adolescencia, ya nos
explicará de qué conoce tan bien el Raso, las Salinas, las Urnias…
Es indudable que para los de la villa, parroquias, hospitales,
cofradías, conventos.., ha bebido, como todos, en la fuente inagotable de don
Luis Calvo, aunque, por supuesto, para los datos de los reinos de León y
Castilla, de la orden del temple, haya consultado bastante más bibliografía.
Leyendo la novela de Ángel, he
vuelto a la historia de don Luis. Busco siglo XIII, y me encuentro con el
capítulo titulado Alfonso X, el sabio,
Sancho IV y María de Molina. Ahí, en una página justa, de forma escueta
está la historia del reino de Castilla desde la segunda mitad del siglo XIII,
hasta los primeros años del XIV, y la
implicación de tanta guerra con sus estragos y miserias, de tantas ambiciones
encontradas (nobles, ricoshomes, clérigos, familias reales…) en la vida de
Villalpando.
Me parece increíble como este hombre,
primera mitad del siglo XX, pudo llegar a conseguir tanta erudición. Mientras
fue profesor del seminario de León, tenía archivos a mano; ya de Párroco en
Villalpando, volvía a León, se desplazaba a Simancas, a Valladolid, a lomos de
una yegüa.
Admirable su investigación (su fuente, los
archivos) sobre la historia de la villa, si bien, lo realmente meritorio es su
encuadre dentro de la historia de España, de la historia de los reinos de Castilla, León,
Aragón, Navarra… en la Edad Media, tan plagada de sucesos históricos. ¿A qué
libros de historia recurría don Luis?
Hoy es facilísimo adquirir conocimientos históricos. Tenemos una inmensa
biblioteca a golpe de ratón. Pero, en
aquellos años, cuando ni siquiera existían fotocopiadoras, ni máquinas de
escribir, y é transcribía a mano documentos en latín..! ¿Dónde está su preciado
manuscrito? Esa joya debe conservarse en caja fuerte.
Cuando contrasto la Wikipedia con don Luis y compruebo la coincidencia,
me entra la admiración que aquí expreso.
Si este hombre hubiera seguido en León, dedicado a la docencia y a la
investigación, hubiera sido un medievalista de prestigio. Tomó la opción de ser
pastor de almas en Villalpando, de historiar el pasado de la villa. Ese es el
agradecimiento eterno que le debemos todos los villalpandinos.
NOTA: Respecto de la encomienda templaria en Villalpando, dice don
Luis que ocupaba toda la actual manzana entre la plaza, Liceo, Altasangre,
Olivo, calle Mayor, hoy Solana. Ángel nos la describe con más detalle. Dice que
la puerta principal daba frente al ábside de santa María, y que, además de la
entrada desde la plaza, poseía otra que daba a san Isidoro. No sé si tendrá
constancia histórica o es la deducción lógica del aspecto constructivo de los
recintos templarios, mezcla de cuartel, convento y casonas de labranza. Por
supuesto que las casas actuales son de construcción muy posteriorr, y que de lo
edificado en el siglo XII no quedan más que los muros de la iglesia .
Cuenta también, ya al final, que del sótano del “castillo de piedra”
partían dos túneles: uno hasta el otro lado del terraplén de la muralla, tenía
su salida en una oquedad disimulada por arbustos y matorrales, hacía el camino
de “Bue” (nunca oí esta palabra), y el otro, cruzando por debajo de la plaza,
se comunicaba con los sótanos de la sinagoga.
Lo del túnel que cruza la plaza es leyenda en la villa. Decían los más
viejos que iba hasta Amaldos. Lo que sí sabemos es que bajo la casa del bar
Ideal había una bodega, a la que se accedía levantando una tapa de madera que
estaba en el suelo. Esa bodega entraba bajo la plaza. En el año 1965 se tragó
un poste de esos gordos, cuadrados y el
paño de fachada correspondiente. Un poco más allá, frente a la antigua puerta
del ayuntamiento, de vez en cuando se hundía el suelo.
Ahora bien: después de sucesivos rellenos
y, sobre todo, del último arreglo de la plaza, en que se excavó, se compactó,
se echó grava y una considerable capa de hormigón armado, el piso de la
plaza está firme, consolidado. No se
puede poner como disculpa para impedir el tránsito y estacionamiento de
turismos, cuando entran camiones de reparto, el tráiler escenario de actuaciones
musicales, la pesada teslescópica con el cajón del toro de ídem, la pala que
quita la arena, y no pasa nada.
Espero, s. D. q. en la presentación de “El Retiro del Templario”,
abordar otras cuestiones de aspecto sociológico sobre la vida en la villa y su
alfoz por aquellos años. ¡Qué mejor que con el autor! Catedrático de Sociología
en la Universidad de Salamanca.
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