jueves, 19 de septiembre de 2013

EL SUFRIDO OFICIO DE AMO DE CASA.


He de reconocer que me faltaba experiencia. Sara y yo hemos sido, ahora ya no tanto, un matrimonio de los de antes, en que el marido trabajaba y ganaba fuera, y la mujer dentro de casa.

Sarita, además de guapa, era una chica inteligente, con capacidad para el estudio. Aprendió todo lo que las “Hermanas”, su madre y la vida, pudieron enseñarle. Si, en aquella época, para los chicos de los pueblos era difícil el “estudiar”, para las chicas, casi imposible. En aquellos años sesenta emigraron casi todos los muchachos, y empezaron a hacerlo algunas chicas. Sarita prefirió quedarse a mi lado, casarnos jóvenes, formar una familia y tener hijos.

Yo he trabajado todo lo que mis fuerzas han permitido, y ella mucho más. Es, ha sido el ejemplo de la mujer bíblica. Parió y crió cinco hijos cuando nuestra economía era precaria. Hacía milagros con “mi jornal”. A nuestros niños, sin vicios y sin el “croqueo” a los de ahora, de nada les faltaba, ni el sano y suficiente alimento, ni la ropita adecuada. Ella tejía y confeccionaba. Por aquel entonces yo poco podía ayudarla en las tareas de la casa. Por la noche sí, a bañar en el balde a los niños, llevarlos a la cama. Subía a “las acuestas” a Jesús y David canturreando: “aceite, arroz, bacalao, ¿quién los quieres? que los tiro. Y los tiraba sobre la cama. Más tarde, cuando tuvimos chimenea, a diario, antes de ir a la escuela, llenaba el leñero y la “hergón”.

Sara, después de haber criado a los cinco hijos, pagando estudios a tres, por lo menos, y yo (por culpa de la asquerosa astenia, o “depre” o lo que sea, mitigada desde hace años por la “paroxetina”) tirando arrastro por la escuela, entonces con plaza en Villanueva del Campo, decidió abrir una floristería. Ahí, en determinados momentos, era imprescindible mi ayuda, sobre todo, en casos de emergencia, (Semana Santa, Santos, coronas, que aprendí a confeccionar) y para ir a buscar flores. Hasta entonces, de las tareas doméstica apenas nada por mi parte.

Ha sido, una vez jubilado, cuando he aprendido a fregar. A veces, cuando nos juntábamos todos, unas taroladas impresionantes. Ahora las comidas familiares son en la casa de Gracia a la que hemos trasladado el lavavajillas de la casa vieja. En esta, qué falta hace, si estoy yo, aunque, según Sara friego muy mal. Aviso a principiantes: ¡ojo cuando haya habido chichas en la comida y apilas, como es natural, los platos. Hay que fregarlos también por debajo.

También me encargo, desde que cometí el error de comprar un cacharro “proaqua” que aspira, limpia el aire, oxigena, desinfecta, desparasita, de la limpieza de las dos habitaciones de abajo, ésta en la que escribo, mi oficina biblioteca y un dormitorio de siesta que hay por dentro.

Antes, cuando estaban hasta arriba, Sari las limpiaba, porque le daba vergüenza que yo recibiera visitas en esta “leonera”. No paraba de insistir para que yo me hiciera cargo de su limpieza. Yo me excusaba diciendo que no sabía, que si tuviera un aspirador,…..

Vinieron unas catalanas a hacernos una demostración, y no sin regatear en el precio, lo compramos. ¡Cómo no!, si de aquel cacharro dependía nuestra salud. Con la habitación a oscuras, enfocando el haz de luz de una linterna al agujero por donde aspira, se veía como entraban todas las particular que flotan en el aire, y como por el otro agujero salía el aire limpio.

Pero lo verdaderamente acojonante fue lo del colchón, aparentemente limpio, limpio. ¡Sí, sí!: ¿ustedes han oído hablar de los ácaros, unas arañas invisibles a simple vista, monstruosas a través del microscopio? Pues de esos hay millones en el colchón más limpio.

Yo vivía feliz inconsciente de ese peligro. Tácitamente tenía un pacto de no agresión con esos bichitos. ¡Pero después de la demostración…..!

Pasó la catalana el cacharro que vibra, parpadea una lucecita, aspira, por el colchón. Puso un cacho tela en la entrada del aspirador, y aquello quedó negro. Llevé el trapo a la farmacia. Lo puso Dani en el microscopio. Miré por el monocular: ¡alá la leche lo que allí se veía! No se rían: esos bichos se agarran al respiradero y producen alergias y asma.

Lo justo para un hipocondriaco como yo. Desde entonces vivo esclavo de la limpieza de mis dos aposentos con este cacharro, parecido a una bombona de butano, sobre ruedas. Se le pueden aplicar ni sé la de implementos. Aspira y sopla, con más o menos intensidad, a tope ruge con un zumbido infernal, y tiene un peligro… En un descuido lo acerqué al bajo del pantalón, y casi me desnuda.

La parte inferior es una cubeta con agua hasta la mitad. En la superior, encajada y sujetada a la anterior, va el motor, el asa los mandos.

Vista su jodida eficacia, y como soy el especialista, también soy requerido para pasar las alfombras y las habitaciones de arriba. ¡Qué palizas! Me tiene agotao el cabrón del “raimbor”. Si es que pesa...: el cable que se enrata; monta, desmonta; tira el agua que queda como pecina, lava la cubeta.

Me ha chantajeao el desgraciao. Si es que lo tienes una hora enchufao, sin los implementos, simplemente limpiando el aire de la habitación, lo paras, desmontas y allí ves las cacas del aire. Mejor no llevar una gota al microscopio, me imagino la fauna de microbios de todos los colores: virus, bacterias, ácaros, polvos (sin orgasmo) de todas las clases. ¡Pues nada!: a lavarlo y enchufarlo.

Si Dios quiere les seguiré informando de los infortunios del reciente amo de casa en funciones. Será la próxima entrega: las desdichas del pinche de cocina.



2 comentarios:

Tomas Mansilla dijo...

Amigo Agapito, que razón tienes en todo lo referido a tu mujer, Sara, en algún momento de nuestras vidas deberíamos hacerles algún que otro homenaje, por el gran esfuerzo que hacen, y que en muchas de las ocasiones no se lo reconocemos.
La verdad sea dicha, que mi mujer no ha estado jamás fuera de casa, porque interiormente pienso, que si ella no estaría, yo sería el mas de los absolutos inútiles caseros, me gusta ayudarla a hacer la comida diaria, pero sin sus aportes no sabría ni por donde me da el aire, en fin, se me ocurre que mañana la llevaré a donde ella quiera, que menos por tanto, y tanto que ella me ha dado.
Saludos cordiales

Agapito dijo...


¡Ay salao!: Tú eres de los de antes. No sabes lo que es bueno. Sigue atengo que ya te seguiré yo explicando.

Un abrazo.