¡QUÉ NO DECAIGA".

      Si es que lo de este pueblo es una pura fiesta, faceta de la vida en la villa de la que quiero informar a los que están fuera. Cada poco, cuando vienen por aquí, recibo testimonio de alguna de estas personas: -Sé lo que pasa en el pueblo, estoy conectada al mismo, gracias a tu blog,, me decía  una señora.

     Ayer domingo, por la mañana, después de haber visto marchar a caballos y caballistas (aunque se enfaden los progres no voy a poner, caballos y caballas; caballistas y caballistos),  visité en la Residencia a un matrimonio, ella prima de mi padre, que han venido de Zamora.

     Antes de entrar, en la plazuela, en un banco, me encuentro con Carlos, "el de los ajos", aseado, limpio, sin sombrero y sin mugre, acompañado de su sobrina Cristina y algún residente más. Este hombre, más duro que las piedras, salvo la atención esporádica de las sobrinas, quienes le querían llevar a vivir con ellas a Vizcaya, y sólo conseguían mantenerlo allí a temporadas, ha vivido toda la vida solo. Y así quería seguir. Pero deteriorado, las vecinas llamaron a la sobrina, vino, lo llevó al Hospital de Benavente, se ha recuperado, y de vuelta, a base de insistir, médicos, enfermeras,..., la sobrina, ha accedido a entrar en la Residencia.

     A lo que iba: la señora que se manifestó lectora de mi blog, es esta Cristina, sobrina de Carlos, hija de Máximo, que regentaba el bar del Cine,  hermano del anterior. Murió en un accidente, el primero que hubo en el pueblo, en el mes de Septiembre de 1952, a los 32 años. Dejó mujer muy joven y dos niñas pequeñas. Lo presencié siendo niño y me traumatizó.

     Iba a Benavente con Damián, "El Pocero", padre de Ismael el de la Granja, en una moto de aquellas, una Lube o una Montesa, propiedad y que conducía este último. La moto irrumpió en la general,. desde la Carretera de Rioseco, sin hacer stop, ni nada, como era habitual. No existía, y tardaría, dicha señal. Apenas había  vehículos y el tráfico era muy escaso por aquellas carreterillas tercermundistas, pero venía un camión, un Leylan. Empezaban a pasar los primeros pescaderos, con el que chocaron frontalmente. Vimos el impacto y como volaban dos hombres y una moto, antes de estrellarse contra una piedra de la esquina con el Camino de Canillas y contra las segadoras viejas que había delante de la puerta del entonces taller de "Los Carbajos". "Pacucho" y yo marchamos corriendo a buscar a D. Cayo para que les pusiera la extramaunción.

   Corto la digresión. Para tantas "Cristinas", "Migueles" (por Paíno, tengo ganas de verte por aquí), Danieles, Giles, Pacos y Manolos, más sus hijos, como siguen esta bitácora, a ver, si ¡por fin!, les cuento la fiesta de los caballos de este fin de semana.

    La organiza la asociación ecuestre "La Espuela". El sábado noche quemaron la  hoguera de San Juan en el Yeguarizo, (nada, y bien, como corresponde a la prudencia: cuatro ramicas de pino;después "toro de fuego", desde el Yegüarizo, por La Solana a Santa María. A las cuatro de la mañana "Salve Rociera", en la Iglesia de Santa María. ¡Una salve!,.. ¡qué menos!: en una iglesia. Pero la de aquí, la del voto, está de morro, acostumbrada a farras, gurrumbadas y borracheras en su honor, tiene celos de la "blanca paloma", la del Rocío.

     Como me gusta todo lo que sea animación y sano curioseo, el domingo sobre las diez y media fui a "La Puerta Villa". Fueron llegando caballos, alguna   yegüa, jinetes y amazonas. Como estuvieron allí mucho tiempo, esperando a que llegaran todos, nos dio tiempo de "papar". Allí en el parque de la Laguna Redonda, a la sombra de un árbol, los brazos apoyados en el muro del paseo, papamos a placer, que, además para eso estaban. Tenía buenos informantes a mi lado. Yo también informaba: -ese es, esa es,....!.


     Así pude enterarme que la preciosidad que, con traje de lunares, cabalgaba a la grupa del caballo que conducía un muchacho de "corto" y sombrero cordobés, es nieta de José Veledo, "Prela" (Q.E.D) y de Vicenta Morales. Una morenaza que bien pudo servir de modelo a Julio Romero de Torres.

      A otra chiquilla que ocupaba grupa, bien la conocí. Fue algo alumna mí, en mis últimos cursos. Siendo hija de la Concejala Mariluz, y el toque exótico de los Manriques",  imposible que no saliera guapa.

      Había también chicas amazonas, la mayoría desconocidas por forasteras. La simbiosis caballo-mujer bonita es de bella plasticidad. Tal era el grupo del que emergía, tan grácil,  la chica de Antonio, "el de la Farmacia": perfecto óvalo de cara redondita, heredada de su madre, preciosos ojos azules de su padre; el cabello rubio y rizado. La femeneidad sobre la escultura del noble bruto.

     Había también niños jinetes. El más pequeño, por seis, siete años andará, hijo de Sevillano, de Villamayor y Sonia, la peluquera. Poco mayor Adrían, el nieto de "Antón". Al final no sé si  a Gonzalo,  nieto de Manolo, "El Fontanero", .se atreverían a montarlo en el "poney" pinto.  Éste, al ver tanta yegüa y caballos dóciles por capones, se puso muy excitado y obsceno.

    Se echaba de menos a Patricia y Rubén, pero estaban sus hermanos: Jesús Mari llevaba a su niña, ¡más guapa!, de acompañante. Ana, con su hija, pimpollito, vestidas de "sevillanas" y al crío de corto, aunque los vi sin caballo, también formaban bonito grupo

    Precedidos de un tartano la caballería enfiló San Francisco, Camino de Valladolid, hacía la "Cañada Real". Cuarenta y ocho caballos contó Lucilo.

   A la hora del vermut, llenas las terrazas, la plaza se animó con el regreso.

   A las siete de la tarde, otra vez en Santa María hubo "sevillanas", faralaes a "to tiplé", y jolgorio.

   Olvídense del rescate, la intervención y la prima de riesgo. Vengan a Villalpando. Viendo tantos y hermosos caballos, los coches y los remolques, que valen una pasta, y alimentarlos, (y ni trillan, ni aran)  bonitos trajes, lujo, grupos de baile,  parrilladas, tapas, refrescos y "otras bebidas" a discreción,...¿dónde está la crisis?. ¿Ustedes creen que ésta, a los participantes en tanta fiesta  les preocupa, la padecen?.

    ¡Pues eso!: al menos mientras haya pensiones, ¡qué no decaiga!.



     

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