TRISTEZA.

Les aseguro que al transcribir el anterior relato, más bien festivo, era distinto mi estado de ánimo al que traigo del Cementerio.

Iba a ir al funeral de "Sisa", pero lo que no esperaba era encontrarme alli con otra difunta y la noticia de otra defunción.

NARCISA ESPINACO CHIMENO, ha fallecido, en Logroño, a los 95 años, atendida, cuidada por su hija Blanquita, acompañada de su marido José Castrillo,.... .Si escribo toda la historia, todo lo que sé de esta familia, llenaría varios folios. Era una de los nueve hijos de mi tía Josefa, hermana de mi abuela, con los que unos años compartimos labranza.

José, como el de María, fue carpintero. Ellos también tuvieron un hijo sacerdote y santo, Paco Castrillo, al que vieron morir en la plenitud de su vida misionera. Muchos años antes habían perdido a Esperancita, a los 7 u ocho añitos, ahogada en una charca, y no sigo.

Y José, a punto de cumplir los 96 años ha estado allí, en el cementerio, enterrando a su mujer. Al acabar, cuando le he dado la mano me ha preguntado: - "¿cómo está Félix?". Con una serenidad, una entereza que me han conmovido. ¡Dios mío!: ya no quedan familias así.

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ADELAIDA DE PRADA CARMONA. Así rezaba en la placa sobre su ataud. Reposaba para el responso, junto al de Narcisa. Como no lo esperaba, ni nadia lo sabía, lo habían traído directamente desde Silla (Valencia), pensé si vería doble. Busqué entre la gente forastera para encontrar alguna referencia, Y encontré a Vicente, su hermano. Caí en la cuenta: "La Chata", de las "Tahoneras". Luego reconocí, y saludé, a su hijo, que marchó muy joven.

Por ésta sentí mucha más pena. La recuerdo aún joven, guapa, valiente, desvalida. Y la recuerdo, sobre todo, en los últimos veranos que pasaban en el pueblo, y me contaba sus penas: su hermana Paca, el marido, Santiago Alcalaya, "Casetas", y ella, con los que conversaba. Escuchaba con atención a Santiago, empeñado, cuando le quedaban pocos meses de vida, en comprar un piso en el pueblo, en el que había pasado tantas penalidades, pero era el suyo, para quedarse aquí todo el año. Ahora he leído su lápida. Pequeño el piso que ha necesitado.

Era hija del señor Vicente, de la familia de los "Ansés", todos hortelanos, si bien este fue hornero, pues se casó con la hija de una familia que vinieron a Villalpando a poner "tahona", desde su pueblecito, Pobladura de Sotierra, junto a Tiedra.


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Y cuando entrábamos en el Cementerio oigó que se ha muerto ADOLFO RIÑONES. ¿También Riñones?. Pero si era inacabable. Si hasta anteayer andaba con la bici y el chaleco reflectante por la carretera de Villamayor. Si hasta hace poco lo veía dirigir la banda de cornetas, andar por la plaza tomando el vino y leyendo, sin gafas, el periódico,.... .

Y también me da mucha pena, porque era uno de los personajes genuinos, "fabricados en Villalpando", (no quiero poner el "made in"), del que sólo salió los años que estuvo en la guerra, de la que trajo cicatrices en el alma y un tatuaje en el brazo.

¡Los brazos de Adolfo.....!, robustos como pocos he visto: envasaban en las paneras del Servicio Nacional del Trigo, con la media fanega que no le "daban abondo" otros dos operarios abriendo y retirando los sacos. Después, en el silo, los llenaba un envasador automático, pero había que ponerlos en la boca, sujetarlos con la correa, soltarlos,atarlos con el cordel y retirarlos. Cada minuto el envasador soltaba tres sacos de ochenta kilos. Los cien sacos del camión de Marañón en poco más de media hora.

Cierto que le echaba de menos por la plaza, pero no me atreví a preguntar a las hijas que tan solicitas, para que no saliera de su casa, de su pueblo, vinieron, desde que le faltó la mujer, a cuidarle.

Que le han hecho un sitio, al lado de la banda celestial, no me cabe la menor duda. Y el día del "juicio final", vendrá Adolfo con una de las trompetas. A ese consuelo hemos de agarrarnos.

Adolfo: ¡cómo te vamos a extrañar!.