miércoles, 30 de septiembre de 2009

SE CERRÓ LA PANADERÍA

Y me temo que para siempre. Se murió la panadera, "Clemen". Sólo así la han sacado de su panadería.

De aquella casa guardo uno de los reconfortantes recuerdos de la infancia. En ella había cosas muy apreciadas entonces: calor, pan y leche. Todas las anochecidas ibas a por los dos litros en una lechera de porcelana blanca, con su tapadera. ¡Daba tanto gustito el calorcito del horno...!.

La panadería era despacho de pan al tiempo, en el centro de la vivienda familiar, en la calle Amargura. La puerta de la calle (aún sigue la placa: Benigno Herrero.- Panadería), siempre abierta, daba acceso al portal. A ambos lados de éste, la puerta de habitaciones de la familia, al fondo, de frente según se entraba, una puerta grande abatible, de cristales, daba entrada a la amplia panadería, donde estaba la amasadora, el bregil, la estanterías de madera donde reposaba el pan crudo,... . La boca del horno a mano derecha. En la pared del fondo, que da para el corral un amplio ventanal. En el centro una mesa grande de madera de castaño, que servía para formar las piezas y despachar el pan.

¡El pan!, alimento casi único en los años malos, ¡y que no faltara, como ocurría a veces!. Por el pan se sentía reverencia: era pecado ponerlo boca abajo. Si se caía un trozo al suelo, se levantaba enseguida, y se le daba un beso.

Durante los años cincuenta, no sé si todas al tiempo, había seis panaderías en el pueblo: la del señor Benigno, Petronilos, la de Federico, "La Coja la Vega", (era la madre de Cachulo), Chencho "El Panadero", y "Locodios", que también tuvo algo de panadería. Con ellas coexistían algunos "hornos": el de Paco "Polilla", Calle Solana, esquina a Olivo; Adégana, la mujer de "Moro", en la Ronda de Santiago; la señora Matilde "La Hornera", en la Ronda de San Pedro, y Agustina "La Mieda", en el arrabal.

En las panaderías vendían el pan. A los hornos se iba con la harina, dos manojos y un saco de paja, a hacer la hornada: quince hogazas para quince días, ap, y un pan para la hornera. Avanzados los cincuenta, fueron desapareciendo los hornos.

La panaderia del Sr. Benigno fue siempre la de más jaleo. Cuando vísperas de San Roque último, visité a Clemen, anciana, acompañada de su hermana Isabel, la panadera pequeña, en su panadería, ausentes, desde hace muchos años, las personas, los panes y el ajetreo, recordaba aquellos tiempos: ¡qué animación la de aquella casa!. Me remoto a mi infancia. El señor Benigno, la señá Dolores, Justo, Valen, recien casados; Isidro- Clemen, Julian y Jesús niños, Mariano que nació por entonces, 14 enero del 54. Petra "La Cachucha", "Chago El Morral", joven y vigoroso. Se sumaba mi tía Lola, (panadera casada con aguardientero, hermano de mi padre) con Antonio y Gil, Goyo y Manolo ni habrían nacido. A veces venían también los primos de Zamora: Beninín, Santos, Ángel (que fue futbolista de 1ª división, "Herrero", en el Madrid, Rayo Vallecano y el Gijón)....

Por el corral lleno de tizos de encina, con los que arrosiaban el horno, jugábamos los muchachos. En la cuadra, cuando no estaban a por leña al monte , después con Melón, o a por harina a la fábrica, "El Niño" y "El Cartucho", los caballos de los que Chago contaba proezas, tirando del carro en los atasques, rivalizando con las que contaba Serapio, del Castillo y La Pastora de los aguardienteros.

Seguiría y seguiría. No quiero cansar con tanto recuerdo tan personal. Me venían todos a la mente en la Misa, en el entierro de Clemen.

Se agarró a su panadería, lejanos los panes, hasta el final. Sólo un mes ha resistido fuera de ella. Te entendía, valiente Clemen.

martes, 29 de septiembre de 2009

BUENOS DETALLES.

En esta sociedad de la insolidaridad, el egoísmo, la comodidad, el no molestarse por los demás, son dignos de mención y de resalte los buenos detalles.

Hay uno que me ha llamado mucho la atención: Se ha extraviado un perrito pequeño, lanudo, etc. . La persona que lo ha encontrado lo ha recogido, y puesto carteles por todo el pueblo, con el número de su móvil, buscando a los dueños. Eso supone algo de coste, molestia y esfuerzo. Creo que, al menos, ha pegado veinte anuncios. No sé quien será, con ganas me he quedado de llamar a ese móvil elogiando el gesto. Lo hago aquí, para si alguien la conoce, le haga llegar mi elogio.

OTRO: Resulta que a mi coche, el pobre es viejo, no le funciona el arranque, (¡con lo que le funciona al dueño!). Entre otros recados, y pequeños viajes, para ver si le cargaba la batería, fui a por pan, y, al contrario que había hecho en cada parada anterior, lo apagué, en la plaza de Santo Domingo. Al volver: "tac, tac": nada. Fernando Cartón fue el primer voluntario para el empuje. Él solo no podía. ¡Menos mal!, pasaba Luisito Boyano Villasante, y su sobrino. Bajaron de su coche, y empujón al canto: ¡Cloc, cloc, cloc, p'alante!. ¡Ni siquiera les pude dar las gracias!. Lo hago ahora. ¡Qué gusto tener amigos!.

En estos días a mi persona y familia le llegan regalos, de esos sin nada a cambio: panecillos donde Julita, un salchichón casero, uvas, una escoba de ajujera.

Lo de la escoba y su autor, Hernán del Río, avecindado en Quintanilla del Monte merece capítulo aparte. ¡Qué persona más admirable!. A ver si un día encuentro un rato para ver toda su ingente obra. Es un artista.

lunes, 28 de septiembre de 2009

VOLVER, y (III).


A los once o doce años mi padre ya me sacó de la escuela. A mi me gustaba. Era de los más espabilados. Sabía y me gustaba leer, escribir.
Había aprendido las cuatro reglas, pero no había becas y no me podían mandar a estudiar el bachillerato a un colegio de la ciudad. ¿de dónde iba a sacar mi padre el dinero?. Y sí había que ayudar a la subsistencia familiar. Los muchachos a esa edad empezábamos ya a ganar jornalicos, apañando piedra, escardando los trigos, al entresaque de la remolacha o de pinches en la repoblación con pinos del Raso.
Así fui creciendo y robusteciéndome en el esfuerzo, la austeridad y el trabajo. Pero no dejé de leer lo que caía en mis manos: los cuentos del Guerrero del Antifaz y Roberto Alcázar que me alquilaba el hijo del Sastre. las novelas del Oeste, también de alquiler, por dos reales, en la tienda de Carapeña; después las de Salgari y Julio Verne de una colección de la escuela que me dejaba el Maestro; el Corazón de Edmundo de Ámicis, que tanto me hizo llorar, al igual que La Barraca de Blasco Ibañez, y las rosas, creo que de un tal Rafael Pérez, que me dejaba la vecina de una familia más rica, y encendieron mi pasión amorosa por aquella dulce, comprensiva, encantadora muchacha.
Después de unas temporadas de sementerero y agostero, me hice desenvuelto y liberal en el trabajo, aprendí a arar hondo y derecho, a sembrar a dos manos, a tornar, a limpiar a bieldo, a alumbrar, a podar.
Costaleaba como ninguno, y no me metía miedo el tablón hasta los tirantes en la panera del Conde. Mi barba se cerró, mientras se me ondulaba el pelo.
Mi cuerpo, de buena estatura, un haz de músculos. Era de los mejores jugando a la pelota. Además las lecturas me habían hecho tierno, sentimental, afectivo, al tiempo que bravo y noble.

Carmela era la vecina, dos años más joven, que me prestaba las novelas y que, cuando me dio su primer baile, la pude tocar y tener tan cerca, creí estar en la gloria: aquel rubor, aquella mirada azul, aquel pelo trigueño, los labios con tenue carmín, el cuerpo trémulo, aquel perfume........ .. La atracción fue mutua. Nuestro amor tan fuerte como limpio. ¡Cómo nos queríamos!... Pero,....¡ no podía ser!.

Mi familia, aunque habíamos comprado otra mulica, una agavilladora y una limpiadora; habíamos cogido más viesas y quiñones de renta, seguía siendo de rapucheros. La suya era de labradores de par de mulas grandes y tierras propias. Cuando sus padres me vieron acompañarla hasta casa después del baile, le prohibieron que aquello volviera a suceder. La encerraron tres domingos seguidos en casa. El coraje me tuvo unos días sin apenas comer ni dormir, y mi amor propio me hizo tomar una decisión: ¡Marchar a la Argentina!.
Allí vivían unos parientes. Tenían grandes viñedos, dilatados campos de cereal y una estancia con miles de vacas, como la mitad de la provincia de Zamora. Ya me habían reclamado, pero yo me resistía a dejar el terruño al que tan apegado estaba: Carmela, los amigos, los partidos de pelota, el baile, las novenas, las fiestas, los soles, las nieblas, las escarchas,.....
La tenían encerrada. Sólo salía a Misa y con su madre. Al caño, el hermanito. Éste fue el alcahuete por el que concertamos la cita una noche en el corral, bajo la tenada. Él se encargaría de destrancar la trasera y del silencio del perrillo. Le juré que volvería a por ella. Juró esperarme.
Vinieron malas cosechas. El padre enfermó. Empezaron las trampas con la tienda, con el herrero, el carretero, el herrador...... ¡Qué iban a hacer las tres muchachas de casa.....?.... ¡Casarse!. Yo no había ahorrado para volver a buscarla. Ella era la más guapa. Tuvo que aceptar a un pequeñarra riquillo que siempre había andado detrás de ella.
Yo consolé mi pena con una preciosa criolla. Con los primos formamos una empresa. Instalábamos infraestructuras de emparrados con palos de quebracho. La compañía creció. Adquirimos plantaciones propias. Nos hemos especializado en la uva de mesa. Hemos pasado baches. Ahora las cosas están mal en aquel precioso país, pero nosotros exportamos a Europa uvas de una gran calidad fuera de temporada.. Nuestros ingresos, con el peso devaluado son altos. Hemos decidido establecer una Delegación en la U E. Y de eso me voy a encargar. Internet le permite al niño que nació en el rastrojo dirigir el negocio desde su pueblo.

Mi cuerpo no es el de aquel joven brioso que marchó con rabia, pero mi cabeza canosa tiene la frescura de los años mozos, llena de experiencia, de serenidad y ánimo.

Mi criolla, que me dio tres hijos, murió en un accidente. Carmela también enviudó. Ahora nos vamos a reencontrar después de 45 años. Sé que sigue esbelta, que conserva la dulzura juvenil, que va a llenar mi vida de ternuras y afectos, que vamos a compartir cada día recuerdos, emociones, sentimientos, vivencias.
Volveré a lavarme con el agua con que madre me lavaba, a respirar la brisa cargada de olor a mies, a heno, a tierra húmeda, ; el olor del obrador del señor Cruz, (ahora los hijos) a magdalenas, a feos, a rosquillas, que ahora, aunque poquito, sí podré degustar. El incienso los días de fiesta.......
Volveré a escuchar el crotoreo de la cigüeña, el silbido de los tordos, el piar de pardales, el canto de la perdiz, el balido de recentales, el arrullo de las tórtolas, a los gatos en celo y..¡las campanas!
Volveré a contemplar esos tan distintos cielos del alba y el ocaso, del invierno y el verano, las nieblas, las estrellas, las escarchas, las calimas, los grises, los azules, los cárdenos, los violeta,.......; esos tan distintos suelos con todas las gamas del verde de sementera a cosecha, los cereños, amanzanados, los ocres de los barbechos, los ambar de los rastrojos, el esmeralda de los pinares, el verde viejo de las encinas,....
El coche se para. El abrazo con Carmela tiene la intensidad de la primera vez, de 45 años de retraso. Huele al mismo perfume del primer baile.

viernes, 25 de septiembre de 2009

VOLVER II. (Continuación).

“La Pascua” tenía nociones de partera. Acondicionó unos haces de la morena. Sobre ellos tendió la manta. Despojó a mi madre de la saya y enagüa que, sobre la manta, sirvieron de sábana. De ninguna otra prenda hubo de despojarse.
A los quejidos, todas las rebuscadoras acudieron solícitas. También un amo y un criao que acarriaban al lado. A estos los echaron, cogiéndoles antes la purridera y sus sombreros de paja, con los que hicieron un sombrajo.
Las dos cogedoras más fuertes sujetaron, por sus extremos, el largo mango de la purridera sobre sus cadriles, paralelo al suelo, sobre la cabeza de mi madre, que le sirvió de asidero en los esfuerzos.
El parto fue fácil. Mi nacimiento casi tan breve como el del corderillo de la telera próxima. Mi llanto rivalizó con su balido. ¡Otro crío, otro crío!, dijeron las mujeres. Apareció una navaja para el cordón. Me limpiaron con el paño limpio. A madre le dieron agua del botijo y abanico con el sombrero. Así que pudo levantarse nos trajeron al pueblo. A madre la acondicionaron encima del bálago de un carro que pasaba por el camino y yo, acochadico en su regazo. Ya en casa nos atendió el señor Aniceto, el practicante.
Todo esto, ya de mayorcico, me lo contó la señá Petra, “La Pascua”.
La parada en Arévalo me vuelve a la realidad. En el bar veo como unos niños, vestidos a la moda y lustrosos, exigen a sus padres otro refresco distinto. Al reemprender la marcha comparo con mi niñez:
-" Mi padre, cuando volvía de las campañas del machaqueo, traía unas perricas ahorradas. Pudo comprar una mulica, que formó pareja con la burra que ya teníamos. Compró un arado, un carro, un trillo, unas hoces, cuatro achiperres más y se hizo labrador de tierras del Raso, que eran del común y siempre había alguna viesa abandonada por lejana y pedregosa. También cogió, a medias, el bacillar de Dª . Pepa. Tenia un verdejo que tendidas nos duraban hasta marzo, ya pasas.
Se trataba de coger pan pa la ración, cebada pa cebar el marrano. Pa las gallinas: la respiga, y pa los conejos: el cogido. Garbanzos no cogíamos pa el gasto, por eso en su lugar, muchos días había muelas en el cocido diario.
A la alimentación se encaminaba todo el esfuerzo familiar, y no salía de sopas espesas por la mañana, cocido ramplón con un cachico de tocino, (los domingos media libra de carne de oveja) y casco de cebolla para pasar los ásperos garbanzos o las pastosas muelas a diario. En la cena podía haber chicharros, escabeche, huevos, si ponían las gallinas o conejo los días de fiesta. Tenía más atractivo. Si pillábamos unas perras comprábamos castañas pilongas, acerolas, pipas, un membrillo o una manzana.
En el tiempo retitábamos hinchadas y verdes espigas de cebada, el blanco de las acacias; apañábamos todo lo que de comestible tenía el campo: cardillos, ababanjas, espárragos trigueros o hurtábamos titos, muelas, garbanzos en verde. A esa recolecta le llamábamos “ir a brúa”, siempre corridos por el amo o el guarda. Más difícil resultaba robar uvas. Además de los guardas de la Hermandad, en los majuelos más próximos ponían guarda particular: un viejico por la comida.
El presupuesto en vestido era mucho menor: unos pantalones cortos de gruesa pana que se dejaban de usar cuando ya no había donde poner más remiendos, un jersey hilado y tejido por la madre y una cazadora de borra. Para los pies calcetines de la misma lana a calceta y zuecos para pisar los barros y los carámbanos. Cuando llegaba la primavera se guardaban hasta el otoño, que el andar descalzos “ curtía los pies y evitaba los sabañones del invierno”.
Cuando se encendía la bombilla de casa, al tiempo e igual de escasa y raquítica que las de la calle, era la hora de ir a la compartida cama, donde, en el invierno, pasábamos más de doce horas, “que la cama quita hambre y es donde más calentico se está”. Llevábamos un cachico de pan para matar el gusanillo del estómago que nos despertaba a media noche. Luego nos picaban las migas si quedaban en la gruesa sábana. Desconocíamos el pijama y dormíamos solo con “el pelele” de abertura cular.
No eran aburridas las horas de vela en las catorce horas de cama invernal, agotada la capacidad de dormir. Nuestro cuarto estaba arriba en la pequeña casa familiar de dos plantas. El techo, bajo las tejas, era de tobas, aunque, para que no nos cayera pusla mi padre había clavado en los machones una estera de espadaña. Lo alumbraba un ventanuco que daba pa el corral por el que veíamos alguna estrella o se colaba la luz de la luna y todos los ruidos de la noche: El canto de “la coruja” que “presagiaba alguna desgracia”; el rumor de la lluvia, el zumbido del viento, que hacían más apetecible el cobijo del lecho; ladridos a veces, maullidos de gatos en celo, las noches heladas de enero; los cantos de gallo anunciadores del albor, trinos y gorjeos de pardales y tordos cuando se confirmaba lo anunciado por gallos; el trastabardeo de mula y burra en la cuadra próxima; el toque de la queda a las diez, que nos anunciaba ya debíamos dormir, la campana de las monjas a maitines, a la una que, a veces coincidía con el cachico de pan, o a las seis cuando desahogábamos la vejiga por el ventanuco y el chorro, al rodar por el tejado, se convertía en pinganillo cuando la escarcha apretaba. Todos esos sonidos y rumores daban mucho de sí, alimentaban nuestra imaginación infantil amenizaban la monotonía de la larga noche en las horas de duermevela.
Cuando el bus desciende del páramo, por la cuesta de Almaraz de la Mota, de ese pueblico sólo quedan las ruinas de la iglesia, al divisar la inmensa planicie del Raso, con el pinar, donde cabé hoyas de mozuelo, en el horizonte, un cosquilleo me recorre las vísceras y el pulso se me altera. Para el Auto-Res será rápida la recta doble cinta, separadora de trigales que, con el carro, era eterna. Al traspasar la loma del fondo, allá lejos, pero cerca, aparecerán mis torres, el silo, la puerta villa,...: mi pueblo. Allí me espera Carmela.

(Continuará: ahora viene el romance)

jueves, 24 de septiembre de 2009

VOLVER.

Basado en un hecho real, el de una señora que "dio a luz" en el campo, y el "niño" vive, añadiéndole fragmentos de otras biografías, compuse el siguiente relato, al que tengo cariño.

Obtuvo el primer premio en un certamen convocado por la Diputación Provincial de Zamora. "El niño", su esposa, la mía, .... me acompañaron a recoger el premio.

Espero os guste.


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VOLVER. (I).


En Barajas, cargado de maletas y de recuerdos, pido a un taxista que me traslade a la Estación de “Auto Res”. Allí es donde he de coger el “ómnibus” para mi pueblo.
Por mi acento Argentino al chofer, Sanabrés, le choca mi destino a “Tierra de Campos”. Me habla de la Sanabria de su infancia, antes del turismo, de las aldeas de piedra y pizarra, de berzas y vacas, de mazorcas en las galerías, del olor a humo, a boñiga, a heno y a brezo; aún conoció tejados con paja de centeno. Me narró la escalofriante catástrofe de Ribadelago. Reconstruyó la casa que sepultó a sus padres. Está deseando jubilarse para regresar a su bello terruño.
Le digo que yo también, después de cuarenta y cinco, vuelvo para quedarme y, de cuatro brochazos, le cuento mi vida:

"-Me trajeron al mundo en un rastrojo, sobre una morena. Mi padre con su bici, su hato, y sus porrillas, al extremo de varas de fresno, había marchado en la primavera a machacar piedra a Traspaderne. Madre había quedado con el cargo de alimentar y vestir a los tres “lebreles” y al que iba a venir.
El día antes de mi nacimiento,, Petra “La Pascua”, le dijo:
-¡Oye!, ¡mañana debíamos ir a rebusco de garbanzos!. Me he enterao por el mozo de “Las Gallegas”, medio en secreto, que han preparao una gera horrorosa en la tierra de “Las Cuestas”. Por no pagar el jornal a las cogedoras los han segao con la gavilladora y han dejao el suelo merminiando de vainas.
-¡Pero mujer!. ¿No ves que estoy ya casi fuera de cuentas y que no puedo ni agacharme?-, replicó mi madre.
-¡Si no hace falta que te encorves!. Yo lleno las fardelas y tu las llevas al costal, luego los repartimos y pa el camino ya sabes que tengo la burrica.
Este razonamiento y la ilusión de llenar la barriga a los niños de garbanzos cocheros con pan y cebolla, animó a mi madre.
Al taxista no se lo pude contar con tanto detalle. Cuando el “car” enfilaba la carretera de La Coruña, me sumí en el recuerdo:
Se levantaron “entre gallos y maitines”. Petra, con una simple manta, una cincha y un cordel por ramal, aparejó la burra. En las alforjas metieron un cachico de pan, dos pastillas de chocolate y el botijo del agua. También, por si acaso, un paño limpio.
A la luz de la bombilla de la esquina, “La Pascua” le dio el pie, y madre se sentó en la burra. Ella, desde el poyo de la trasera, pasó la pierna por encima de la pollina, se montó delante a espernaquete y mi madre, de medio lao, la asió por la cintura.
Con estrellas cogieron el “Camino Real”, por la fresca. La fragancia recia de las mieses segadas les llenaba los pulmones con bríos de vida. En el campo, entonces silencioso de motores, solo se oía el cantar, al rodar, de algún carro lejano, y el canto de alguna lechuza.
Cuando llegaron a la tierra, la alborada asomaba por la barda de naciente para empezar a alumbrar el escenario de las fatigas. Las alondras, invisibles, gorjeaban al día, y una pega, sobre un carrasco, parecía rezungar, con su graznido de que le apañaran los garbanzos. En la próxima telera, sobre el barbecho, balaban las cancinas barruntando la llegada del pastor.
Caninas, antes de que el sol extendiera la galbana, que en la llanura hace ver más próximos los objetos y achicharra las corvas, se pusieron a rebuscar. Madre también se agachó hasta la primera fardela, pues el medio secreto del mozo, lo fue a voces y una cuadrilla de rebuscadoras apuraba el renacero.

El sol remontaba con mucho las lejanas encinas de Las Urnias. En el inmenso campo de amarillentos rastrojos y ocres barbechos la azulada suavidad de la mañana se tornaba en blanquecina canícula. Los agosteros ya andaban por el segundo carro. Con el costal mediado de las salinas vainas que llenan las manos de oloroso salitre, madre y “La Pascua”, decidieron sentarse en una morena a comer el cacho pan y la pastilla de chocolate de Vezdemarbán.
Puede que la energía del refrigerio y el agua fresca del botijo, a madre le provocaran el parto, y tan rápido que no daba tiempo para volver a casa.

Nota: No he sido capaz de pincharlo como comentario. Lo número para que lo lean por orden numeral, no como aparece en la pantalla..

lunes, 21 de septiembre de 2009

¿QUÉ HAY POR EL PUEBLO?.

¡Bueno!: ¡Pues no está tan triste y solo como otros septiembres!. salgo casi todos las tardes al Ideal, y aquello está animadillo. Se nota, en general, los emigrantes que, jubilados, han retornado "de vez", los inmigrantes que ocupan los trabajos dejados por los de aqui: peones de la construcción, ovejas, servicio doméstico, hostelería,... .Ésta es la actividad que más trabajo asalariado genera en el pueblo, que hace existan asentadas familias jóvenes.

En educación infantil, parvulitos de 3 años, han comenzado 14 niños. De ellos cuatro vienen de Villalobos, una rubita de padres rumanos. Entre los de aqui hemos llevado al Colegio a Maire, "Pelusillo", la indita mezcla de Quechua y Guaraní, mi nieta adoptiva. A la guardería van 17 o 18, incluido mi nieto Edu, "Pelopincho".

Los labradores estamos deseando que llueva, aunque con pocas ganas de sembrar: ¡menudo panorama!, ¡sin apenas cosecha el verano pasado y la cebada a 20 pts......!. ¡Menos mal que el "mineral" ha bajado hasta un 70 %!. Como este año las ayudas de la PAC, las que están sosteniendo a la agricultura, se van a cobrar integras sin sembrar, si no vienen las lluvias y se puede hacer la sementera con mínimo laboreo y poco coste,.. nosotros los tenemos claro: ¡no sembrar cereal!.

Entrando en el cotilleo local, pues que el sábado pasado hubo una boda. Se caso la chica mayor de Isidoro Vázquez y Conchi "Castañona", con un chico de Quintanilla del Olmo. Todavía algunas parejas se casan. Y algunos niños siguen naciendo, hace como un mes David "Talico", ha tenido uno.

Se murió Teresita Manteca. Me dio mucha pena. ¡Si hasta hace nada seguía tan pizpireta como siempre......!. Una noche de este verano estuve en la terraza de Ventura sentado con ella y su cuñada Noemí, recordando viejos tiempos: el baile de "Los Mantecas", cuando al comenzar la sesión les hacíamos corro a Felix y a ella marcándose valses, tangos, pasodobles,... . No pude ir al funeral, pero quiero sepan sus familiares que mi recuerdo es entrañable.

De la vida local lo que más noticias podría generar es el Juzgado. Tiene bastante actividad, litigios que pasan desapercibidos. Mejor así. A no ser que lleven esposado a un inocente.

Del Ayuntamiento: que está a pleno ritmo la obra de la depuradora. A ver si a la tercera va la vencida. Durante "la oprobiosa", en sucesivas obras, desde al año 83, se han tirado tropecientos millones en depuradoras que no han funcionado ni un solo día. Los del plan E siguen mejorando las instalaciones del polideportivo. Bastantes cosas más, por todos conocidas, se han hecho.

De la central termosolar, prefiero no saber. Pero me da la impresión de que estamos en la misma situación de cuando mi última, entonces reciente, información.

De momento, nada más. Tengo preparado, para si alguien lo quiere publicar, un compendio de relatos costumbristas. Si alguien me lo pide podría colgar aquí un pequeño anticipo.

Un saludo.

martes, 15 de septiembre de 2009

LA CARNICERÍA DE VICENTE.

Voy con cierta frecuencia, cuando Sara me manda, a comprar a “lo de Vicente”. Llevo el encargo escrito en un papel. Dos de sus hermanas, y su mujer, despachan. Siempre hay gente. El local a dos calles, amplio, diáfano, con su enorme vitrina mostrador angular, bien repleta y reluciendo limpieza, las máquinas, todo, está de lujo; pero lo grande son las trastiendas, donde trabajan otros tres operarios.
Recuerdo las carnicerías del pueblo hasta no hace tanto. Todas, menos la del señor Narciso, que era la mejor, (lucia mostrador de mármol y una balanza dorada de platos, preciosa), tenían el despachico debajo de la escalera, y un cuarto oscuro y fresco donde colgaban la pieza, o, incluso, les servía de matadero. Mataban ovejas viejas, a alguna no la tenían que matar, chivos, alguna rara ternerilla y, ¡se acabó!.
Marranos empezaron a matar por los años 60, que antes en casi todas las casas se hacía matanza. Alfredo y Chicho, (el de Petrita) llevaban acuestas la escalera con el marranico colgado, desde el matadero en la calle Progreso, hasta su casa y carnicería, arrastrándola por el soportal del Comercio Grande. Lo habían chamuscado con gamazón encargado a Teodoro, “El Peña”…. .
Vicente llegaba del matadero con el camioncito frigorífico repleto de canales: ternera, lechazos, cochinillos, cerdos,…. Por raíles colgados de techos los llevaba hasta la sala de oreo. De allí a la de despiece. Otra sala llena de máquinas, todo automatizado, donde elaboran el embutido, otra donde recibe el primer oreo; en el sótano, los secaderos donde se curan chorizos, jamones, salchichón; un montacargas que sube y baja, cámara para congelado donde puede conseguir 40 º bajo cero, otro lugar para los despojos. ¡la leche!. Todo frío, limpio, acero inoxidable por todas partes: puertas, máquinas, raíles, ganchos,..
María Carmen, la esposa, es Licenciada en Ciencias Económicas. (¡Qué pareja se han juntado!: Vicente un “Tachuelero” trabajador, listo, Licenciado en tratos, conocimiento del oficio y relaciones humanas ). Me pasó a la oficina: ¡con qué soltura anda entre el ordenador y los papeles: toda la enorme, incluso absurda, burocracia….!.
Ahora van a patentar su marca de calidad en embutidos, una vez conseguido, con el tiempo, el frío y el secado adecuados, un producto sin aditivos, sano y exquisito. Tienen un boceto de etiqueta, en la que, ¡cómo no!, va a ir la “Puerta Villa”, sobre ella el nombre: “Embutidos Villalblanco” ( se me ha ocurrido un slogan): lo mejor de nuestro campo”.
Vicente y Mari Carmen han montado el negocio imprescindible en la comarca: tenemos la mayor y mejor producción de cordero lechal, buenas granjas de engorde de terneros, de cerdos, de cría de tostones, de vacas nodrizas; la N-VI y sus buenos hoteles, de San Esteban al Monte Mata, la población fija en estos pueblos y, sobre todo, la flotante.
Él compra en granja los animales vivos, lo más selecto, en lechazo sólo el churro y el castellano puros. A la explotación Hergradeca, con certificado de calidad “Tierra de Sabor” toda la producción de casi mil madres (nosotros les arrendamos pastos). El resultado: una relación calidad precio inmejorables, que se está dando a conocer. Ya vende mucho para Galicia: hace pocos días 40 lechazos para una boda gitana en Lugo. Tiene clientes de los mejores restaurantes de Vigo. Y oferta de “El Corte Inglés”
Quiero ésto se sepa, para dar a conocer lo nuestro. Para que cunda el ejemplo de una pareja emprendedora.
Manolo Blanco y Sole, con una bicicleta, dos cuchillos, una cesta y un pequeño mostrador sacaron ocho hijos adelante. Éste ha seguido la tradición familiar, ¡y de qué manera!.
Pues ya lo saben: nadie se puede ir de aquí sin buen lechazo, buena ternera, buen jamón o buen embutido. Está siendo necesario un cartel a la entrada que lo anuncie, ya que, además de ésta otras tres carnicerías tampoco desmerecen: “Villalpando, el pueblo de las buenas carnes”.

lunes, 7 de septiembre de 2009

DONACIÓN DE ÓRGANOS Y POSITIVISMO SANITARIO.

Hace unas semanas ha sido noticia el trasplante de cara a un señor en Valencia. Los trasplantes de corazón, riñones, hígado, pulmones, incluso manos, por, relativamente habituales, han dejado de ser noticiables, a pesar de tener toda la importancia, la máxima, de la vida y la muerte.
Conozco casos de personas, adultos, jóvenes e incluso niños, enfermos, que viven expectantes y con la esperanza vital de un órgano que sustituya al dañado. ¡Qué pena!, ¡qué triste!, que, sobre todo los órganos aprovechables de personas, fallecidas en accidente, o por otras causas, por las que ya nada puede hacerse, vayan a la tierra, o al horno.
En España estamos a la cabeza en esta actitud solidaria de la donación. Posiblemente muchos familiares, por desconocimiento no donen. Creo existe un servicio en los hospitales para facilitarlo.
Lástima que los humanos no seamos como los coches que, aunque acaben de viejos en la chatarrería, siempre tienen algo aprovechable, aunque sea eso, la chatarra. Y es que a mí me gustaría que al final, alguna de mis piezas fuera desguazable.
Tengo esa esperanza porque a todas les he dado siempre muy buen trato. La cara no, porque además de grande está arrugada; pero del sistema digestivo, seguro que habrá algo aprovechable: ¡qué eficiencia, y qué exigencias las suyas!. Por menos calorías que le meta, él se las arregla para darle a las células lo que necesitan, y para aumentar el grasiento reservorio.
Los riñones filtran mejor que los ordenadores de hacienda. Mi ingesta de agua, además de fruta y verduras, es considerable. Otra cosa es darle salida desahogada a su producción. Ya tengo hora con una uróloga. Es que me han dicho de unas pastillas “pa la prosta”, que la reducen y son buenas “pa el pelo”. Lo que pasa es que aunque recuperara mi antigua abundante cabellera, con el efecto seductor que ello pudiera tener, son “antiandrogénicas”. ¡Bueno!: si no eyacular, al menos sí miccionar.
Perdonen la digresión anterior, porque lo que va ahora es más serio.
A nuestros fenomenales sistemas sanitario y de prestaciones sociales les estamos cargando en exceso: casi cinco millones de inmigrantes, una población cada vez más envejecida, nuevas técnicas quirúrgicas (los trasplantes, por ej.,) e investigación, la gripe A que tenemos encima, los subsidios a pensionistas y parados,…. . Por todo ello habría que aliviarlos de onerosas e inútiles servidumbres. Prepárense que allá va una incorrección política como una catedral que muchos piensan, e incluso dicen en cualquier tertulia (no radiofónica, ni televisiva), pero nadie se atreve a escribir:
En estas fiestas pregunté por su madre a una emigrante. Yo ya conocía su “Alzheimer”: -“está ya en fase vegetal”. ¨hay que hacerle todo”. Lógicamente ese todo se lo hacen en una residencia. En la Residencia de mi pueblo, en todas, hay muchas personas así, con vida vegetativa durante años, sin el menor atisbo intelectual que les permita el menor goce vital: leer, oír música, conversar, recordar, ni siquiera un mínimo de ensoñación. Noche y día dormitando, menos cuando les dan la comida y los limpian. ¿Qué sentido tiene mantener esas vidas suponiendo un coste tan grande para el erario público que empieza a andar escaso?.
Trasplantes, cirugía, medicinas, pensiones, atenciones a ancianos, todo para la vida, pero cuando esa vida tenga al menos una tenue llamita.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

INMIGRANTES, DESPOBLACIÓN, CRISIS, ANCIANOS.

El anterior enunciado tiene más tela que había en el “Comercio Grande” de mi pueblo antes del “pret a porter”. Llevo tiempo metido a sastre de esos géneros. He conseguido colgar del maniquí del empleo, con papeles, siete trajes.
Hace unos días, mis primos, que vinieron a la fiesta, me hicieron otro encarguito: Su madre, una de las últimas tías que me quedan, vive sola, se vale. Va todos los días a Misa, visita a una hermana, en el otro extremo del pueblo, se hace comida, compra, casa, pero tiene 90 años, y, de cara al invierno, han decidido contratar a alguien que la acompañe, ayude, cuide: -¿no conocerás por ahí alguna señora de confianza…?. -¡Cómo no!. La que está “en ca” A. O. R. Termina el 3l de agosto.
Los pongo en contacto: visita, charla, medio acuerdo,… . Pasan unos días. Caigo por casa de mi tía, quedaban algunos flecos y….¡LOS PAPELES!. El hijo más próximo, en Valladolid, se había llevado copia del pasaporte para empezar el trámite. -¡Que no mujer, que hay que hacerlo en Zamora!. -¿Y por qué no los arreglas tú que ya tienes experiencia….?. -¡Bueno!: lo intentaremos.
¡La oración sobre el difunto!. Lo primero, llamada a extranjería para ver si es posible solicitar permiso de residencia y oferta de empleo. Por el hecho de no ser comunitaria no me lo ponen fácil, pero se puede. Llamada al primo encargador para concretar las condiciones, hablar con la señora para transmitírselas. Tira y afloja, ¡qué hartura de mediación!. Al final contento. La hispana, señora culta de muy buena pinta, va a tener techo, comida, sueldo y papeles. Mi tía, protección y compañía.
Este cuidado a ancianos y a impedidos, está creando puestos de trabajo, ayudando a fijar población en esta provincia despoblada, paliando el drama humano de aparcar a los viejos en residencias,…, pero no “todo el monte es orégano”: gente muy mayor, con patrimonio, buenos ahorros, empeñados en seguir engordando cada mes la cartilla. -¡Para el día de mañana, me dijo uno que va a cumplir los 94!. Hijos que, aunque tengan, no quieren soltar un duro. Trabajadoras que, a veces no pueden con la carga del anciano dependiente, las 24 horas del día, o las que, así tienen papeles, si les sale mejor trabajo dejan plantado a quien se los hizo,……
Con unos cuantos altruistas como servidor en cada zona, asunto arreglado. Pero soy una “rara avis” que ya no puede con la carga. Hace unos días, después de conversación telefónica desde mi móvil, ante mi interés por solucionar su problema, a otra anciana de 92 años, en su casa, delante de la hermana cuidadora, por emergencia, de 82,, a quien se le cayó la cara de vergüenza, me dijo: -¿Pero es que cobras comisión….?.
Es necesario los CEAS de cada Comarca tomen cartas en este asunto, recibiendo ofertas de trabajo, y demanda de empleo, arreglando papeles; porque esa es otra.
Después del “papeles para todos”, de los vuelos diarios cargados de miles de Bolivianos “turistas”, de la manga ancha, ante la crisis se ha pasado al extremo opuesto, y en extranjería, para los no comunitarios, es casi imposible conseguir papeles, aunque exista la oferta, la demanda legal; lo cual es una aberración contra la lógica y el sentido común.
Todo lo comunitarios que ustedes quieran (y tengo una estupenda relación con la colonia local de Bulgaros), pero, ¿no tenemos muchas más afinidades con los hispanos que con los del “Este”, con un Argentino que con un albano-kosovar?.
Para cuidar por la noche a la anciana de “la comisión” contrataron a una Búlgara, recién llegada. ¿Cómo la iba a ayudar si no la entendía ni papa?.
Mi tía y la argentina, ¡qué bien se entienden, en cuanto al idioma!. Esperemos funcione “la química”. Pero, por no ser comunitaria, Rumana, por ej., los papeles nos están costando “un huevo” de viajes (tres a Benavente para conseguir un certificado del INEM, de momento), y teléfonos. De risa, si no fuera de pena.