martes, 5 de febrero de 2008

UN CUENTO CON TINTES DE VEROSIMILITUD.

EL CONEJO DE PASCUALA.

Como hoy, además de Santa Águeda es martes de carnaval, y por si el artículo anterior nos ha dejado regusto agridulce, quiero contar un “verídico suceso” de esos que, antiguamente, animaban tertulias.
“Pocapena” era un labrantín de los que, al poco de andar, ya le llevaban sus padres a arrancar grama de los majuelos. El trabajo y la austeridad hicieron de él un hombre hebrudo y viril. Como entonces no existían pantalones ajustados, ni contaminación, jamás tuvo problemas de erección, ni de lo otro. Emigrante en Suiza, españolito moreno, macho ibérico, se encaprichó de él una Tirolesa rubia, mezcla de mantequilla y manzana “Starkin”. Duró el romance hasta que apareció el marido, un carnicero de 120 kilos y afilados cuchillos.
Cuando se jubiló, todavía entero en todos los aspectos, siguió con ciertas actividades: cuidar el huerto, los frutales, una viña, cebar dos cerdos, unas gallinas, tres conejas de vientre y el conejo padre.
Éste descendía de una raza Helvética. Le llevaban todas las conejas de la vecindad. Quizá por ello, o por la edad, aunque él lo cuidaba con mimo dándole, como suplemento potenciador sexual, sopa de “salvaos” en ponche, el conejo empezó a mostrarse impotente. De ahí que decidiera su reposición.
Un día se encontró con Pascuala, la de “El Forrao”, que traía un “sacau” de cogido.
-¡Mucho apañas!.
-¡Ya ves hijo!. ¡Se han liau a parir las conejas....!.
-¡Oye!. ¿Y no tendrás un conejo nuevo pa padre?.
-¡Huy!. ¡Pues has llegao a tiempo!. Ayer, de la última camada que he vendido, he apartao uno blanco, de ojos color vino y orejas dobladas que es una pintura.
-¿Pero vale pa padre?. Ya sabes tú que a veces los más pintureros son los que menos funcionan.
-Ese es tan buen semental como tú has debido ser, según dicen. Ya le he “echau” una coneja de “Los Colcos” y la ha cogido al primer salto.
A “Pocapena” la insinuación le revolvió la testosterona.
-¿No querrás tú probar si todavía cojo?.
-¡Anda asqueroso!, que los tíos siempre estáis pensando en lo mismo. Si te interesa el conejo blanco, vamos a verlo.
-Casi me interesaría más el negro.
-¡Pero ese tiene amo, y no está en venta.
Entraron en el corral por la puerta trasera. Al ayudarla a bajar el saco del cadril se le fue una mano, y recibió un manotazo.
Entraron en la antigua cuadra convertida en conejera, y en jaula aparte estaba el aspirante a padre. Cierto: el conejo era precioso.
Discutieron largo rato el trato del conejo blanco, y del negro. En el primero llegaron a un acuerdo. En el segundo lo dejaron para otro día.
Pagó las quinientas veintisiete, con cincuenta, pesetas, que si no llega La Sastra a partir la diferencia, no sé si hubiera cerrado el trato. Cogió el conejo, y “pa” casa.
Después de desocupada y limpia, lo aposentó en la jaula del anterior sultán. Le puso cebada, unos gránulos y un puñao de alfalfa en la yerbera.
A los dos o tres días, parida una de las conejas, la metió con el conejo. Al animalico no le había llegao el celo, daba vueltas alrededor de la jaula, y,... ¡nada!.
Probó con una nueva a los dos días. La tía estaba c.......ísima: ¡una quietud....!, ¡y el conejo ni se arrimaba!. Ella daba algún saltito, hacia alguna cabriola, se ponía a su lado,.... .El conejo “semental”, gordo, lanudo, con los ojos color vino,.....¡nada!.
A ¡Pocapena le entró un mosqueo!. Repitió la operación con unas cuantas conejas de la barriada y...¡nada!.
¡Por fin!, se le hizo la luz: ¿a ver si es maricón?. Le metió un macho grandecico de la camada a punto de vender. ¡Qué saltitos!, ¡qué carantoñas!, ¡que ponerse de manos!, ¡qué forma de oler y correr detrás del otro pobre!...¡Qué cabreo le entró a “Pocapena”!. -¡Será gran zorra!. -¡Esta lo sabía!. -¡Pues no me ha vendido pa padre un conejo maricón...!.
Se lo devolvió, e intentó que, a cambió, le diera el negro, aun pagando la diferencia a mayores.
Para que la película no sea 3R, cortamos, no sabemos qué ocurriría al final, aunque es fácil ponerse en lo peor, o en lo mejor. ¡Quién sabe!.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Simpático y con un fino erotismo rural.
Pero, ¿ocurrían cosas de esas en el pueblo?.